martes, 30 de abril de 2013

Rajoy y Catilina

    




   Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?*  Tal que así recibió Cicerón a Catilina en el Senado romano de 63 a.c, y, bastaron cuatro discursos para que Catilina hiciera oreja y saliera del  centro del Imperio, a uña de caballo. Tal que así, deberían increpar los españoles a Rajoy en el Ágora de la Carrera de San Jerónimo de 2013, cuando se acerque (algún día tendrá que ir). En cuanto escuché lo de la paciencia al presidente, servidora, que es de bachillerato antíguo y estudió latín desde los trece años, regurgitó las Catilinarias con la misma repugnancia con que tuvo que traducirlas entonces. Quién me iba a decir que, en realidad, nos preparaban para el futuro.

       Y eso que, ni Cicerón, ni la Republica, ni Catilina, se enfrentaban a estelas en relieve de la magnitud de Burguillos (Donde el Ayuntamiento, con gesto de honestidad sin precedentes, declara pagos"B" en sus propias actas; y el conyuge de la Consejera de Hacienda, indocumentado de libro, ejerce su derecho de pernada pecuniaria por 900 mensuales), o al Acueducto Bárcenas, cuyas derivas acanaladas, alcanzan los predios (también despachos) de Génova, las domus empresariales, y hasta los campos yermos de los muertos por la pátria. Hay que reconocerle a nuestra democracia, tres defectos de forma que Rómulo y Remo consiguieron solventar sin salir de los pechos de una loba madre. A saber:
  • El Senador romano hacía declaración de bienes, antes y despues de su mandato. Cualquier excedente sobre el patrimonio inicial revertía al Estado.
  • El Senador romano, en caso de provocar un desastre financiero en las arcas públicas, reponía lo perdido con su patrimonio personal.
  • El Senador romano estaba obligado a mantener una conducta ejemplar (como los Borbón) y, en caso de Mesalina, se retiraba del cargo.
       
       ¡Oh témpora, oh mores! No acabo de entender por qúe o cómo nos hemos ido desprendiendo de aquellos laureles éticos, para ornamentarnos la libertad a base de siglas, tan anónimas, tan fangosas,y tan homogéneas en la textura. Sino fuera por esos detalles de vulgaridad global, casi podría hacerme la ilusión de un retorno a la Pax y la Ciudadanía. Para el caso:

  • El Palatinum empieza en Génova y acaba en Neptuno.
  • Para Jupiter y Templo, están la Almudena y Catedral.
  • Para Senado, las Cortes.
  • Y en el Circo Máximo, Jorge Javier Vazquez.

       Ya solo nos falta un Espartaco, un Justiniano, tres Plutarcos y dos Sénecas, para recuperar el Corpus Iuris Civilis, o los jirones que queden.


*¿Hasta cuando has de abusar, Catilina, de nuestra paciencia?  

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