sábado, 2 de febrero de 2013

Vanitas, Vanitatis


He disfrutado del show Bárcenas Live, -con expertos polígrafos de los de verdad en testimonio exclusivo, defensas numantinas (que natural le queda a Curry, el yelmo de Don Rodrigo), y cameos especiales de Cospedal y Rubalcaba-, como niño español que, acostumbrado al Circo Price, se encuentra ante un Ringling de tres pistas. No es que el Price esté mal, entendámonos, es solo que adolece de cierta monotonía y, por la misma razón, los chanchullos localizados, la correa de transmisión municipio/constructora, o Diputación/constructora, o gobierno autonómico/empresa familiar privada,  nos ha adormecido la capacidad de escándalo, y ya solo nos provoca una ligera nausea; apenas un mareillo matutino. Sin embargo, este despliegue de evidencias como vuelos de trapecio, este hacer malabares con nombres cada vez más altos, esta alegría de cifras con final Charlie Rivel… Lo dicho, he estado toda la mañana comiendo palomitas frente al televisor.

De todas formas, Ana Mato se enteró por la prensa de que su marido le guardaba un porsche en el garaje, Jesús Caldera también se ha enterado por la prensa del follón de las Amys Martin, en Génova, alguno se acaba de enterar -otra vez por la prensa- de que un tal Bárcenas fue tesorero durante años… O en España tenemos los periódicos más cotillas y desaprensivos de Europa, o nuestros políticos viven en los límites de la normalidad intelectual.  Luego, están las opciones de la maledicencia, a saber:


  1. A Pedro J. Ramirez no le gusta nada Rajoy al frente del PP y va a gotearle ácido sobre la frente hasta que  Esperanza Aguirre, a lo Iznogud, sea califa en lugar del califa (a Prisa, por el contrario, no le gustan ninguno de los dos).
  2. El poder judicial se ha decidido por una huelga a la japonesa, y va a tirar de cualquier posible hilo en la madeja de Ruiz Gallardón.

Personalmente me inclino por un combinado de todas y estoy deseando ver como fintan, los dos grandes, el próximo escenario electoral. Ni Houdini. Unos comprimidos entre las ballonetas ultra y la frontera derecha de Rosa Díez, y los otros entre el paredón trasero de UPyD y los fusiles sociales de IU. Y sobre todos ellos, como un manto de armiño, la mayor abstención de la historia de España.


Una pena que esto me pille en un momento en que el vanitas vanitátis y los asuntos terrenales planeen sobre una dimensión tan inferior. De haberme ocurrido hace diez días habría corrido, escudilla en mano, a Génova: a protestar, o a mendigar las sobras de tan suculentas mesas.

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