domingo, 24 de febrero de 2013

Los estorninos



Me escapé por la gatera para zambullirme en el oleaje, y Madrid me recibió con un estallido de luz. Helada por fuera pero ardiendo por dentro como una hoguera de turba: sin llama y con la ceniza espesa. Ya desde San Bernardo podía olerse el humo, en la Glorieta de Bilbao refulgían estelas de helicópteros como chispas de cometa, en Alonso Martinez, las vallas azul Cifuentes trazaban fontera en las aceras, a Colón no pude llegar y, al final, desemboque en la Castellana por Mejía Lequerica. Pero valió la pena. Allí estaban los que eran y eran todos los que estaban . Todos. Me acordé del primo Cárlos y los estorninos.

Ultimamente me sale de natural retroceder varios lustros de golpe, para reencontrarme en lugares amables de tiempos de ensueño.Así, cuando llegué a Neptuno, fué como encontrar al final de mi propia pecera: Lluis Llach, Stephen Graphelli , la estaca del viejo Siset,  santa Bárbara bendita.... solo me faltaban la revolución sandinista de entonces y el FMLN de la jungla salvadoreña , Don Enrique, Joaquín Carbonell, e Inti Illimani, y cuarto y mitad de acné. La ilusión, la emoción, la certeza de estar donde se debe, eran las mismas. Reconocí el sabor en cuanto puse los pies junto a los parterres del Paseo: Volví a creermelo. Y tiene su mérito después de veinticinco años de roce con el mundo.

Asumo que paladeé expresiones como autogestión, insumisión, revolución, con verdadero deleite.Hacía tanto que no las escuchaba tan sentidas que, por un momento, creí haber caído en la bancada anarquista, pero no, eran tres jubilados de remiendo e hijos en casa. De vuelta al jardín de las penumbras, pensaba lo poco que hemos cambiado: entonces, una aprendió la nomenclatura, los gestos y las múltiples razones. Ahora, con las mismas palabras, la gestualidad más ámplia, y las razones multiplicadas por cien, me doy cuenta de que solo las arrugas nos hacen diferentes. Y me alegra, en España implican experiencia (Un grado) y la presunción de que el portador, no cometerá los mismos errores. O sea, ya no estamos crudos, ahora nos pilla refritos, recalentados y conocedores.
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