jueves, 21 de febrero de 2013

Al Pairo



He perdido toda la mañana esperando con cierta ilusión (no mucha), escuchar al coro de ángeles que debería haber acompañado a Rajoy en su sentido mea culpa. Pero ni mea culpa ( Yo creo que incluso se ha colgado un par de medallas ), ni coro angelical (a lo sumo palmeros turísticos). Y me ha dolido especialmente porque había abierto las orejas, la mente, y el corazón a cualquier razonamiento minimamente plausible de una salida justa. Incluso estaba al borde del perdón. En su lugar, me han dado una colleja porque "solo percibo la cara ágria de las reformas". Conociéndome como me conozco, la mía en ese momento debía ser más ácida que un pomelo.

Según estaba Rajoy en la palestra, dando justificación de libre mercado, bajaba mi compañía de fatigas a comprar un medicamento imprescindible para nuestro crónico externalizado. A la vuelta, todavía con el presidente jurando que la sanidad sigue siendo pública, había tenido que abonar un 5% de gratuidad social, además de la receta. Como el medicamento es caríto, espero que el avance económico fiscal contabilizado por Montoro, sea considerable. Y me felicito de haber tenido suficiente para pagarlo.

Lo de la tarde ya estaba guionizado y solo me ha impresionado el moreno peruano de Duran i Lleida, y su alegre brillo bajo los focos. Al final, las ganas de arrojarme al mar me han traído un símil pirata: Si con ese trapo pretende navegar sobre el oleaje que se le viene encima, lo lleva claro. Para mi que el crucero Génova va a terminar en el fondo del Mar de los Sargazos mucho antes de que acaben los cuatro años contratados, y sin haber tocado puerto.

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