jueves, 28 de febrero de 2013

Viejas Banderas







       Hace muchos, muchos años, en otra era glacial, surgió una plataforma "por la legalización del cannabis" que englobaba a todo tipo de personas y estamentos: de relumbrón publicitario (actores, actrices y rapsódas en general), de profundidad socioeconómica (los había hasta con Grandeza de España), de enjundia profesional (abogados, periodistas e, incluso, un par de jueces), y, a dos metritos, la masa de apoyo ciudadano (eramos tan jóvenes...). No lo recuerdo porque, de recién parida, me escandalizase; lo recuerdo porque apoyé todo el proceso. Firmé en las recogidas de firmas, me manifesté en las manifestaciones, asistí a la I Feria del Cannabis y defendí la ley holandesa como si fuera  de Rotterdam. A una hija natural ( las que llevan genética pero no apellido) de la Movida Madrileña, no le hacía falta mucho estímulo para entender el concepto y sus beneficios. Y, sinceramente, a esta abuela de consideración general "atípica" (en definición oída " las que viven en el límite entre el pintoresquismo oficial y la excentricidad plena")y del siglo XXI le parece que, dada la facilidad con que las mafias enraizan en nuestro clima y la altura que alcanza la planta, más vale que esos dineros estén controlados por el Estado.

Tal como lo veo, en una  hoja de balance de Hacienda, todo son ventajas:

.. Los usuarios estarían resguardados del envenenamiento por exahustivos controles sanitarios (igual que la merluza)
.Cada tonelada que pasara por aquí (de sur a norte) dejaría unos bonitos ingresos en forma de tasas aduaneras puesto que es un producto que no viene de la UE.
.Para redondear beneficios, desaparecerían los intermediarios, reconvertidos a mayoristas (mucho más baratos).

Es como el cerdo, todo aprovechable salvo triquinosis de heroína, y de esa ya nos vacunaron entre 1980 y 1992.

Lo he comentado con mis hijas, convencida de que, por fín, había encontrado unaa pértiga común con la que saltar el abismo generacional. Para mi sorpresa, se han puesto como hidras. Aparentemente, el argumento en contra es idéntico al que esgrimía mi madre hace treinta años: los niños pequeños. Pero, exactamente igual que hace treinta años, no consigo entender porque mi nieta va a estar mas afectada de hachís, que de Cariñena.

Curiosidades aparte, he vuelto a casa. Cuatro manzanas y media lejos de la Primera Penumbra, lo que en dimensiones madrileñas post Gallardón, viene a ser como la distancia entre dos continentes. Y me noto retomar la escoba con nuevo brío para blandirla, como lanza en astillero, contra mi viejo enemigo: los imponderables administrativos. De momento, la acción quedará reducida a dos frentes:

a)Municipal: Aunque por lo visto la estrategia actual los tiene ocupados ejerciendo de agentes inmobiliarios.
b)Doméstico: Urge reorganización integral de la retaguardia o, por lo menos, limpieza de trinchera.

La Primera Penumbra encoje a medida que los ruidos de Madrid sobrepasan el frío y me lamen. Serán neuras, pero los siento perfectamente, de dentro afuera, a modo de hormiguero con las soldado de permiso. No me notaba así desde que, en 1986, recuperé la horizontalidad del mundo: capaz de cualquier cosa.

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