martes, 5 de febrero de 2013

Punto focal

Es curioso cómo han cambiado los tiros de cámara convivenciales desde que nos estalló la crisis como una castaña en la boca y el PP aprovechó para hacernos una ortodoncia sobre las llagas. Antes, servidora, avergonzada, se pasaba el día arrastrando la condición de parada como un apéndice deforme e híper dimensionado al que maquillaba de cursillos absurdos para mantener la igualdad doméstica. Ahora sigo en el paro, pero dejo que mi apéndice se endurezca de forma natural, al aire libre, y la vergüenza se empeña en planear sobre la cabeza de la otra parte de la balanza doméstica: la que trabaja.

Yo creo que se siente responsable de ser el depositario de un privilegio cada vez más exclusivo, y, al mismo tiempo, se arrepiente de haberme exigido, en algún momento, ingresar en tan distinguida secta. Naturalmente, podría aliviarle la tensión explicando que las licenciaturas, doctorados, másters y otras hierbas se han convertido en un lastre, mientras que las manos puras y limpias de la FP, resplandecen. Y que se lo han ganado. Pero me vienen a la cabeza ramificaciones, extrañas y muy alejadas del árbol de la ciencia, y me sube una bílis fría, como de tundra, y se me quita la tontería.
Sin embargo, no puedo menos que reflexionar sobre el fenómeno de la unanimidad, -o de las  mayorías útiles, dependiendo del uso político que se le quiera dar al asunto-, porque lo del INEM ya no es una cola, sino una masa (y al borde de convertirse en turba). En los guiños de taberna, en los de supermercado, en los de peluquería, empieza a titilar una chispa de comprensión, de complicidad y, lo más importante, de reconocimiento común del enemigo común. Y para terminar de cimentar la ilusión de la chispita, Cospedal, que también se reconoce con gente, aparece muy cascabelera en 13 TV para defender/explicar a la Sra. De Sepúlveda, y otras pústulas,  pero se le traban las ideas y al final termina diciendo que lo del PP “…le puede pasar a los médicos, a los periodistas…”.

Curiosamente, los comunicadores amigos que la entrevistaban estaban sentados en primer término, delante de ella, y dándole la espalda: el efecto óptico no tenía desperdicio. Pero aún faltaba el lecho de trufas caramelizadas para el asado: aromatizado al vídeo inexistente, Bárcenas concedía una entrevista de oído, y decía:…”Jamás, jamás, jamás…” con el mismo tono de dignidad ultrajada que utilizó Rajoy para decir exactamente las mismas palabras hace tres días.

Yo no sé si son mis últimos escarceos con el más allá, o los nuevos datos del paro, pero para mí que había una señal divina en aquella imagen de televisión.

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