domingo, 17 de febrero de 2013

El San Valentín de la Tiroides




El espesor de la Primera Penumbra empieza a afectarme. El otro día vagaba perezosamente a lomos del mando, mientras hacía tiempo entre dos informativos, cuando tropecé con un culebrón. Aqui, en la cajita aislada de mi crónico externalizado, las excursiones son de canal en autovía de pantalla; y servidora -Que ha hecho suyo el principio de una amiga, en virtud del cual "Cada vez que alguien conectas tele 5, un libro se suicida"- prefiere las carreteras secundarias.  Fue en una de estas, orientada al sur, donde caí fulminada por un ramalazo de pasión que me dejó clavada al horario de una historia llena de amores imposibles.

Al principio, me lo tomé como cosquilleo de soledad. Pero cuando hube pasado dos noches a la intemperie sentimental, y me sorprendí a mi misma recreando coloristas argumentos a lo Tellado, deduje que la tiroides amorosa se me había descentrado.Probablemente a causa de una escasez floral propia de posguerra. Así las cosas, y en previsión de una hipotética crísis autocompasiva, me mediqué a lo moderno:
Busqué la Telenovela en Internet y me metí los casi doscientos capítulos, de tirón. Cinco días a jornada completa, pero ha sido mano de santo: Como vuelva a ver al caballero, vomito.

En cualquier caso, la experiencia me ha servido para encontrar nuevos alicientes en el Hemicirco de las diecisiete pistas. Puedo apreciar mejor los esfuerzos de sus malabaristas de Presupuesto Municipal, o asombrarme con los ilusionistas de Empleo Público, admirarme con los aguerridos domadores de Masas furiosas, y reirme mucho con los payasos, los innumerables payasos.

Por fín, mi tiroides ha vuelto a la razón pura: una plena y feliz asexualidad.

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