domingo, 28 de abril de 2013

La Maratón del ánimo

 

        Para mi que tanto salir a la terraza me está afectando de mal de alturas, porque empiezo a pensar en Genova montando las espectativas de kale borroka generalizada, el jueves, para poder camuflar los recortes del viernes. Le llaman "Plan de Reformas", pero tienen pinta de Refrito (Vuelta de espumadera a la edad de jubilación, salpimentada con una congelación de la subida anual de IPC). Y, de paso, aprovechan los efectivos anti guerrilla que aún pululan por Madrid, para proteger la Maratón del domingo. Todo muy ajustado en tiempo y forma para minimizar el coste de control de 25.000 personas que, aunque corran en camiseta, vaya usted a saber las intenciones que portan.

       Sé que debería tener el espíritu en Tipperary, o estar acompañando a mi crónico en el largo camino de vuelta, pero no ayudan mucho ni sus parpados sellados por las drogas, ni sus inconexos vocablos medio dichos, medio suspirados. Así que lo tengo por aquí, al espíritu, enredando y tomando apuntes mentales del peso de la espera, porque, resulta, que los minutos son como gramos y, antes de darse uno cuenta, lleva dieciseis toneladas de memorias en descomposición. Asi pues, prefiero afianzar curiosidades familiares del estilo "Papá guardaba en un cajón de la mesilla el primer zapatito de su primera nieta" o "El día que nos hicieron esa foto, mamá perdió las llaves del coche y luego aparecieron justo en ese costurero". Nadie pronuncia la palabra muerte entre estas cuatro paredes, aunque se la espera; como nadie pronuncia la palabra mentira, durante las reuniones del Gabinete, aunque todos saben que se sientan directamente sobre ella. Hay cosas que, por delicadeza no se airean.

        Pero, claro, el esfuerzo de no decir obliga a la mente a perderse en cuestiones baladis como ¿Donde recluta el PP a su gente? Deben tener un vivero de ostras intelectuales, a tenor de las perlas que engarzan cuando se van abriendo; la última, una tal Llanos de Luna, ha salido ofensiva de contenido, cutre de exposición y ramplona de nacar. ¿Como se puede reivindicar la figura del pijerio en una sociedad que suspira por las ofertas del día?. Steinbeck, que hizo de la perla su metáfora, debe estar revolviendose.

       Hasta en eso tienen suerte, porque, aquí, el personal ha externalizado su cabreo: En Italia, por el contrario, lo han interiorizado y un parado se ha liado a tiros. Deberían considerar que toda espera vive dentro de los límites de lo razonable. Cuando se supera el límite, las consecuencias se convierten en impredecibles (Y sino, que se lo pregunten a Mubarak o a Bassar Al-Assad)    
Por si me quedan esperanzas de superar la Jornada de Maratón, Iker Jimenez le dedica el programa a la resurrección 
   



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