viernes, 12 de abril de 2013

Polen de culto





         Hay recuerdos que son como los serafines (Un capuchino amigo me explico su naturaleza diminuta y, gracias a ella, una proximidad especial a Dios), caben por cualquier resquicio de los poros de la mente, revolotean toda la vida por nuestra memoria, y pueden contemplarse con embeleso pero no estudiarse al microscopio. Hoy he vuelto a calzarme las trenzas porque, a rebufo de la primavera, se ha levantado una brisa por el barrio que los neoliberales llamarían legítima competencia mercantil, y que a mi me parece guerra de cometas. En cuestión de días, las esquinas se han llenado de locales como estambres, y los locales, de un polvillo semicultural que igual poliniza un espacio de hooligans (incluidos plasmas de premier ligue permanente) con los ensayos a tumba abierta de una escuela de blues, expone fotos y collares entre cafés y bollitos, o vende ropa de mercadillo mientras te tomas un vino.

 
  Probablemente alguien como Botella o Gonzalez, cuyo horizonte adolescente me gustaría conocer, mirará la zona centro de Madrid y, encantado/a, pensará: "Ya tenemos nuestro Soho", y hasta lo verá como referente cultural de vanguardias artisticas. Pero servidora- que debido a la edad se encuentra mas resabiada que una mula del ejercito con quince años de servicio en la Seo D´Urgell - solo consigue ver atrezzo para turistas. Debe ser que ando maleada por los ochenta y la gloria de los fancines, pero tanta fanfarria me suena a plastico, y no es vinilo. Tampoco me quejo, entendámonos; antes de la temporada, los dueños de los chiringuitos hacen pruebas gastronómicos con los barriantes, y, por lo menos, catamos ambrosías de ensayo que, en verano, ni con aval bancario. Además en la "campaña del turista", todos colaboran excepto el Orio, que como tiene ínfulas de diseño exclusivo y arquitectura de Caixa, acumula en la barra las Chanel, los Hilfigher y un plantel de pinchos que parecen sacados de un catalogo de Versace, también durante el invierno. 
Pero la competencia es feróz entre las cometas y  una tiene miedo de que al final haya   damnificados inocentes; a saber:


a)El pobre Erasmus finlandés que vuelva a casa convencido de haber convivido con la intelectualidad española

b)El pobre chaval español que, además, tendrá que beberse la cerveza fuera, de botellón, gracias a la tarifa de cultura añadida porque, seguro, el ayuntamiento saca un impuesto de la misse en scene.



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