martes, 28 de mayo de 2013

El Metro de Ávalon

   
 


        Mira que han pasado años desde Atapuerca, y en la especie seguimos manteniendo, incólume, el instinto cazador. Perfectamente limpio y listo para revista. Los americanos cazan patos y sospechosos sin hacer discriminaciones; aquí, con menos tradición democrática, se cazan voceras y magistrados. En los USA, de esta manera tranquilizan el espíritu social; aquí sirve de entrenamiento para futuros camuflajes de campaña y, además, embarran (La última pella de arcilla ha enterrado a la testimonial de empresarios en el caso Bárcenas). Cierro los ojos he intento evolucionar un poco, no mucho, hasta los tiempos de Ávalon, pero es imposible. El diablillo anarquista que me vive dentro, coloca  Camelot hacia Moncloa y la imaginación se recrea en la desigual liza entre Arturo de Pontevedra y el Caballero Negro de Valladolid. Puedo ver a Ginebra, sobre plataformas de artista, dirigiendo las cocinas del castillo y arrojando los restos a los cocodrilos del foso; mientras Merlín (Mutatis Mutandi) guarda las escobas en Suiza, junto con la varita mágica. La Tabla no es Redonda (que no hay posibles), sino mesitas de mus con velador - mucho mas íntimas-, artisticamente distribuidas para repartir a los Barones y la Hacienda de sus Baronías.

       De vuelta a casa, a la realidad, la Linea 1 del Metro rebosa arte, música y espíritu constructivo. En Sol, un hombre como de mi quinta y educación, la cabeza blanca y greñuda, la suciedad de la acera sobre la ropa, en la mugre de los dedos, en el cansancio del rostro, y hasta en el aire alrededor de su persona. Y nos mantiene, a servidora y el resto del andén, colgados del mástil de su guitarra eléctrica. Los ojos cerrados, el tacto de Mantovani y un amplificador de la era del Comecocos pero... ¡ Dios,qué punteo! Por Carlos Santana, perdiendose la nota espesa y negra, como un eco, por el tunel. Subyugados, todos buscamos una moneda cuando el tren se acerca, y nos subimos al vagón en silencio para no perder los últimos lamentos de la guitarra del hombre que, con los ojos todavía cerrados, no se ha dado cuenta de que hoy cena caliente y de gourmet. Impresionante. ¿Donde demonios estan los productores de radio cuando se les necesita?

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