miércoles, 28 de noviembre de 2012

Utopía

Hoy la vida me ha dado una de cal y otra de arena (y agradecida con lo que está cayendo). La cal un 9´75 en el último examen de mi niña-madre. La arena me ha saltado a los ojos, por cotilla, cuando me acercaba sigilosa a la puerta del taller para disfrutar de una de esas contadas ocasiones en que la armonía reina entre mis hijas (en el fondo sigo siendo una romántica). Más que a los ojos, la arena me ha saltado a los oídos en forma de una lluvia sonora de improperios que los jóvenes llaman “rap”. El grupo atiende por “Violadores del Verso”. Muy sinceros, porque violan el verso, sodomizan la prosa y, en general, someten al castellano a una larga sesión sadomasoquista. Si uno oye solo la melodía, al tercer compás tiene la sensación de estar girando dentro del tambor de una lavadora. Para no vomitar del mareo, caes en la trampa. Y escuchas.

Supongo que es una fase social que nos toca por decadencia, como les tocó a los británicos cargar con los Sex Pistols después de la crisis del petróleo del 73. Y entiendo que la chavalería ande dos pasos más allá de la indignación absoluta -sobre todo después del tasazo universitario- comprendo la desobediencia, las casas okupa y las actividades hacker, bastante mejor que el balconing. Pero tras escuchar perlas como:

"…Vengo del mejor grupo que parió una puta llamada España... la muerte se llevó a tres niños y no, no eran nietos del rey... ¿Te di permiso para comprar bombas con mis impuestos? No. Pues no lo llames democracia… No es un mensaje sino un insulto... trae ese ron es la canción de los alcohólicos... igual eres tú el gilipollas... trae ese ron de vuelta acá, pásate ese maca… Nada quiero, nada espero... estudié filosofía en Cambridge… tomo ácidos pero en mi almohada se oyen ruidos… me casco pajas haciendo memoria…”

No puedo menos que hacerme dos preguntas:
  1. Si estos son los licenciados en Cambridge, los de aquí ¿qué regurgitan?
  2. Con una banda sonora que parece heavy metal dadaísta, ¿dónde se coloca el final de la utopía?
Al salir por el pan, me reconcilio un poco con los pobres universitarios: un catedrático, a todas luces escasamente abrigado, una clase de estudiantes amoratados de frío y un grupo indeterminado de pingüinos, se esfuerzan por mantener encendidos los rescoldos de la cultura española. Merecen que les pasen el ron aunque solo sea para calentarse.

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