Otra vez de peregrinación a San Jerónimo, y
no es tontería: hombres y mujeres henchidos de fe se esfuerzan por
llegar a un santuario inaccesible para contemplar, de cerca, una aparición
Mariana. Se podría aplicar a todos los rincones bendecidos por la Iglesia
desde Fátima hasta Lourdes, pasando por el Prado de El Escorial.
Un camino que, según la Doctrina, habría de
ser de recogimiento y meditación, pero, sospecho, resultará de explosiva locuacidad porque, los
peregrinos vendrán meditados de casa. Y estará ordenadamente iluminado
por los adornos navideños del ayuntamiento, que llevan colgados desde
primero de mes. Nada más efectivo para señalar el sendero de la luz, desde mi casa, que esos raquíticos cubos de
iluminación cutre, suspendidos por un vértice y jalonando de orden
toda la Corredera Baja.
Desde las 00:00 del miércoles los aires de huelga
han cristalizado en esquirlas endurecidas de razón, y los canales públicos
levantan testimonio:
- Abundancia de reportajes en TVE, que hay archivo de sobra.
- Carátula de parálisis total en Telemadrid.
En mi casa, por el balcón, entraba a raudales
la banda sonora: helicópteros como mosquitos de verano y un griterío
rabioso subiendo desde Callao: “¡Que no nos representan! ¡Que no!”.
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