lunes, 5 de noviembre de 2012

El casi amante

Foto: sara | b.

Tengo una amiga que, hace dos días, estuvo a punto de echarse amante. Como es casi íntima, me ha contado los hechos con una minuciosidad de detalle propia de las crónicas con patrocinio Tele 5. Al parecer ella se arrepintió en el último momento porque, en el fondo, ya no tiene edad de ir en busca de acciones, y lo que de verdad quiere son palabras, a ser posible, susurradas al oído. Como ella misma me explicó: “Chica, el sexo por el sexo, ya lo tengo en casa. Los sábados. Como todo el mundo. Y si lo quiero bueno, me compro una de esas 'hágalo usted mismo', que hay un sex shop en el portal de al lado.”

Bien, hasta ahí comprensible, pero entonces añadió: “Yo lo que quiero es que me engatusen con frases bonitas, como cuando era joven... aunque sean mentira”.  Eso me descolocó. Al fin y al cabo debería estar acostumbrada porque, a su edad, ya se ha comido varias legislaturas con campaña electoral previa. Sin embargo, meditado en profundidad, observo que somos muchas, casi todas, las que andamos hambrientas de rubores. Añoramos el virginal enrojecimiento de sabernos anheladas por el alma de un hombre, y glorificadas por su inocencia, como cuando, por primera vez, un adolescente nos dijo “¿Quieres salir conmigo?”, en un guateque y con banda sonora de Gianni Bella. Eran otros tiempos.

Hoy en día los jóvenes se saltan la mayor parte del procedimiento, y, si vamos a eso, hasta del crecimiento. Y van directos a la cosa nostra. Se lo comenté. “¿Un chavalín?”, me preguntó horrorizada. No quiere saber nada. ¿Qué iba a hacer con las otras 23 horas y media que tiene el día?. La respuesta cae por su peso: lo mismo que con el marido. De todas formas, la tranquilicé, no es muy probable que un graduado, de bachillerato moderno, fuera capaz de pergreñar dos oraciones correctas con aire a Becker. Y ella me tranquilizó a mí: el sujeto tiene más de cincuenta, o está muy perjudicado. El aspirante es de nuestra quinta: pelo ralo, mejillas de pachón y conocimientos de literatura suficientes como para intentar un soneto. Buena persona con mala suerte. Como todos. Solo eso les evitó a ambos una situación incómoda dentro de seis meses -como dijo ella, no renta-. Eso y, espero, el sentido del honor de mi amiga.   

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