viernes, 2 de noviembre de 2012

El plan

Foto: Dimitry B
Estamos a viernes, el fin de semana se acerca peligrosamente, y el tipo que duerme en la habitación del fondo del pasillo se siente amenazado de convivencia forzosa. Y esta vez sin posibilidad de rescate: no tocan ni motos, ni Alonso. Y , gracias a una oferta de televisión por cable, el fútbol cae dentro de casa. Llegados a este punto, solo caben dos posibilidades:
  1. Diluir la convivencia, bastante escasa y muy arisca, en el centro comercial mas próximo mediante la compra compulsiva de artículos domésticos.
  2. Salir corriendo.

Yo he optado por el segundo bajo la justificación farisaica de que, en realidad, estoy haciendo un favor a la comunidad (para otros, familia) ya que así pueden disfrutar de una jornada de explosión paterno filial, sin el elemento disolvente. Claro, que esto me lo he explicado a mí misma. A los demás les he dicho que tengo... una entrevista de trabajo en Moratalaz que, probablemente, me ocupe todo el día. Creo que el tipo que duerme en la habitación del fondo del pasillo me ha mirado con cierta gratitud, pero tampoco me he parado mucho a pensarlo. Pero con el pase pernocta perfectamente sellado, he planificado un día de lujo asiático.
  1. Desayuno y lectura de prensa, a las 12:00-12:30 de la mañana, en el chiringuito de café y chocolate (con churros y entoldao), que algún cuñado del Ayuntamiento les ha montado, en la plaza de La Luna, a los municipales de la misma. Ahí es nada, una plazuela de pueblo - con sus niños jugando a la pelota (destrozo de mobiliario urbano seguro), sus abuelos de palique okupando bancos (algunos sin afeitar y en zapatillas), sus arbolitos (pocos, que ya se los “trabajó” Ruiz Gallardón, y plagados de excrementos caninos)- transformada en una square de Diseño siglo XXI, minimalista, ni una hoja verde, bancos de cemento armado para disuadir a la tercera edad recalcitrante, comisaria y garaje gratuito (¡Qué bonitos hacen los coches azules y blancos sobre el fondo de los juegos infantiles, que los de preescolar, como la tercera edad también son recalcitrantes!). Un chiringuito de poliuretano blanco para tapas, desayunos y comidas menores de nuestros aguerridos policía municipal, y un restaurante chino (con menú diario) para las comidas mayores.
  2. Paseo contemplativo, Gran Vía abajo hasta Cibeles y de ahí al Retiro, disfrutando de una arquitectura espectacular que una mastica lentamente, dejando resbalar un cierto regustillo chauvinista entre tanto guiri (algunas, yo las conozco, van al Prado a ligar australianos maduritos con granja).
  3. Almuerzo de tapeo por Lavapiés. Pocas cosas hay más exóticas en Madrid que deambular entre los comercios al “por mayor” chinos - por lo visto con emperador y todo - y los restaurantes hindúes salpimentados de ultramarinos bangladeshies. Una vez me tropecé con un mercadillo de hermandad con bailoteo bollywood incorporado. Me puse ciega a curry.
  4. Cine/digestión en el Ideal (si todavía existe).
  5. Retorno a los cuarteles de invierno y, si hay suerte, baño de sales para relajar las agujetas... y la hipotética depresión de otro : “Queda en nuestro banco de datos. Ya le avisaremos”.
Voy a tener que elaborar muy cuidadosamente una justificación, ante mí misma, de lo bien que lo voy a pasar.

Espero que no llueva.  

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