miércoles, 21 de noviembre de 2012

España cañí

Buscando en la tele algo que ver sin el marchamo de la legislación norteamericana, recalo en Tele 5 y allí, como la mujer de Lot, quedo convertida en estatua de sal. Sin movimiento, paralizada por el espanto y el moho: el espanto que me asalta cuando ¡vuelvo a ver a Jorge Javier Vázquez en pantalla y a las 23:30 de la noche! (¿pero este chico no tiene casa?). El moho que transpiraban todos y cada uno de los pixeles de la imagen: ahí estaban Jesús Puente, la Gemio, el entrañable lagrimeo nacional… Todo igualito, igualito a como lo recuerdo de hace veinte años. Es más, con otra iluminación y menos pinganillo, yo juraría que el plató es el mismo.

Pero lo que más me llama la atención es la versatilidad de la audiencia de Tele 5, - intuyo la misma a las cinco que a las once-, capaz de pasar del despelleje y la humillación públicas (al más puro estilo Imperium) a la solidaridad y la piedad (al mas puro estilo jesuita), sin cambiar de guía espiritual. Porque no quiero pensar en la premeditación de programar dramas para aliviar crisis, - que eso está muy feo-, pero delante de mis narices (y supongo que del resto del share) le han dado boleto sentimental a un pobre suplicante, han contado la historia real de una chica que hace cuarenta años se llamaba Lucecita, y se han montado un reencuentro que ríete de la llegada del Semiramis.

Cuando, casi una hora después conseguí despegarme del canal, dos sentencias se habían grabado en mi alma de piedra con cincel y escoplo:
  • Si la España social está asi de borde ante las cámaras (una señora mandaba a regar a la hipotética hija de su hijo ya muerto), excuso imaginarme como deben estar de puertas para dentro.
  • Jorge Javier Vázquez no es un señor de carne y hueso, sino una marca holográfica que no tienen que guardar en el armario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario