miércoles, 19 de diciembre de 2012

Trapos sucios

Foto: Nemo
Paseaba ayer con Manolito -en nuestra eterna búsqueda de un rincón esquinero aún no okupado por la política de privatización municipal- cuando, al cruzar la Plaza de San Ildefonso, una lata de cerveza, llena y abierta, me pasó rozando con la velocidad de un misil tierra-tierra. Sin darnos cuenta, estábamos en la franja de Gaza de unos encontronazos que, por lo visto, se repiten todos los días, a la misma hora, desde hace varios años. Se trata de una herida abierta en brick que ha salido a la luz,- como los preparacionistas norteamericanos (el otro extremo del creacionismo)-, con el asesinato indiscriminado de árboles, mobiliario urbano y espacios públicos. Tienen el conflicto dos mendigos, -él y ella-, reducidos a un banco de piedra frente a la Iglesia. Y, como vivimos en la España de Belmonte vs Gallo, ya hay dos bandos. Y, a medio camino, los vecinos.

El caso es que, antes, las broncas se celebraban en la esquina norte de la plaza, al amparo de una encina (en la actualidad defenestrada; descanse en paz) y siguiendo escrupulosamente las reglas del Marqués. Pero, claro, ese rincón sin urbanizar de cafelitos, estropeaba el paisaje - solo para turistas-, de la municipalidad, y los beneficios, muy pingues, de la dueña de “Con Hache”, un chiringuito/restaurante que, como la marabunta, avanza a razón de cinco mesas por temporada sin atender a la supervivencia del resto de las especies. Así, una vez alicatada la plaza, han quedado al descubierto vergüenzas íntimas del barrio, como el número exacto de mendigos, la soledad, al peso, de los ancianos, o el desconcierto tumultuario de los chavales que, sin jardines para jugar al fútbol y superado el botellón, se dedican a la sentada de fin de semana.

Salen a la luz trapos sucios inimaginables como el bochornoso espectáculo de un coche policial, con el taxímetro en marcha, estacionado en medio de la acera y sin pedir documentación a los reponedores chinos de la cerveza de medianoche. O los Señores de las Terraza que, como los Señores de la Guerra afganos, arramplan con las bolsitas “recoge cacas” de toda la comunidad y, si todavía quedan perros osados, los envenenan. O el trapicheo de locales (hasta hace dos días, mercerías) mutados de comercio familiar a negocio multinacional y alcohólico. O la oleada de ITVs que desalojó un edificio entero (previo incendio intencionado) para revender el vacío a multinacionales del alimentaje. O la erupción simultánea de kioscos a la italiana, que tienen nombre de opereta pero podrían considerarse NewPol aunque vendan porciones de pizza. O... Se me ocurren cien ejemplos más, uno por cada insulto a nuestra inteligencia ciudadana.

El misil tierra-tierra pasó rozando el hocico de Manolo y se estrelló contra la fachada de la pescadería. Nadie se inmutó y, lo más triste, los turistas casi se levantan para aplaudir el espectáculo.

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