viernes, 14 de diciembre de 2012

Suspenso

Foto: PublicDomainPictures
Mis amigas se podrían describir como abigarrado y colorista ramillete de sinsabores de esos que  regala pródigamente la vida. Todas tenemos retoños en edad de poner a prueba el instinto materno, la mayoría cargan con divorcios, perros, gatos y, algunas, además, aportamos nieto. Una de ellas, bastante íntima, acaba de recibir una bofetada de inmersión doméstica, metafóricamente hablando. Su hija le ha pedido expresamente que no vaya a la primera celebración pública de su primer nieto.

“¿Qué se puede hacer cuando los hijos se avergüenzan de una?”, me ha preguntado. Y yo he estado tentada de responderle “Nada”; pero tenía los ojos tan transparentes que no me he atrevido. A cambio la he obsequiado con un despliegue bastante convincente de argumentos a favor del distanciamiento familiar:
  • La perspectiva aclara la mente.
  • La valoración de lo ausente incrementa su valor intrínseco.
  • El apoyo a la maduración de una semilla consiste en dejar que las raíces crezcan libremente.
¡Dios, parecía un libro de autoayuda!

Sin embargo estaba pensando en la paradoja: he aquí una generación entera de mujeres ansiosas por convertirse en matriarcas de un linaje de madres solteras como último grito de rebeldía, y sus hijas-madres se avergüenzan del grito. Ahora, que ya es mucho más fácil ocultar la deformidad familiar porque los saraos no se celebran en los domicilios particulares, sino en salas infantiles especializadas, basta con dejar el muñón en casa.

Mi amiga, que es otra pringada en paro pero no idiota, me estaba siguiendo el pensamiento y lo ha cristalizado en palabras cuando yo terminaba de citarle lugares comunes del ego:

“Es curioso, ¿verdad? - me ha dicho - Yo hubiera matado por una madre como yo.”

Más razón que un santo. Nosotras vivimos la Larga Marcha, tuvimos que bregar con una generación de madres que anteponía la posesión legal de un macho (o del apellido), a los intereses comunes de todas las hembras; y, aparentemente, hemos conseguido transmitir el mensaje de los hechos, pero no el de las razones. Al final, en la consideración de las madres de nuestros nietos, no alcanzamos un 5 social ni raspando. Nos han puesto un tres y medio. El tres por frikies, el medio punto, por radicales.

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