lunes, 17 de diciembre de 2012

Encapuchados

Foto: Nemo
Yo, a la del domingo, fui con doble capucha: la blanca de futura paciente que se resiste a pasar a la categoría de cliente; y la negra, obligada en hijas de pensionistas, viudas y con enfermedad crónica. Al igual que servidora, allí había médicos a punto de ser pacientes, internistas de padre jubilado, celadores con futuro patológico e hijos en paro, casi infinitas variaciones y permutaciones del derecho a la Sanidad Pública.

Debo reconocer que, por puro morbo, elegí la marcha del Hospital de... ,por aquello de que pasaba, indefectiblemente, por la Calle Serrano, una Señora Calle de rancio abolengo comercial. Con aceras tan amplias que pueden tenderse hasta tres mendigos, y aún sobra espacio para compradores; donde las gamas más altas (con CD por defecto) aparcan en doble fila, y un doberman con gorra de plato y chaqueta gris marengo, alzado sobre sus dos patitas y enseñando papeles, le evita la multa al jefe. Una calle diseñada por Dior y cortada por Pertegaz, con el vecindario a tono, -tan virgen y casto en la protesta como un pavimento de Swaroski-, que yo imaginaba votante del PP, y con carnet. Pero lo que son las cosas: las capuchas, como gaviotas enfurecidas, abandonaban los portales, al paso de la marcha, con la agresividad de cormoranes. Una gran mayoría eran capuchas de copago y ambulancia taxi, cierto, pero la virulencia y lo agudo de sus gritos, tuvo que reventar algún ventanal de Génova. No se veía una explosión así, de norte a sur, de este a oeste, y con millones de teselas, ¡NO!, surfeando sobre un cabreo blanco, desde los tiempos del tejerazo.

Sin embargo, sigo pensando que con estas movilizaciones medio pensionistas no vamos a ningún lado, hace falta una plaza de permanencia Zafir, un acto de rebeldía estable que implique a todas las capuchas. ¿Habría algún problema en declarar el “funcionamiento hospitalario en rebeldía”? Al fin y al cabo, el propio tsunami blanco aportaría los médicos, los sanitarios y hasta los pacientes; una vez todos instalados en los centros, ¿iban a desalojarnos a gorrazos en medio de una operación? Ganas me dan de sugerirlo y esperar, porque seguro que éramos mas de cinco o seis, y eso sin contar la variedad de capuchas.

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