miércoles, 20 de marzo de 2013

La Vinoteca



             Por culpa de Merckel, Rajoy, Báñez, De Guindos y un montón de depredadores más, llevaba tres meses alejada de la Vinoteca de Pelayo, y hoy, por fín, he podido volver a su barra de madera y a la parroquia de militantes de la vieja guardia - esto es, sin carnet, sin retribución y sin cortapisas - y a las charlas de Conspiración y Paranoia. Los echaba de menos. A todos. Pero sobretodo, a la sensación de corriente común, tal vez Rioja, que se cuela por la puerta cada vez que alguien brinda por los que faltan. Porque en la vinoteca, los clientes no compran chatos, sino botellas elegidas de la estantería que pagamos a escote, y se deciden la cosecha, el precio y la denominación de origen, por rigurosa mayoría. (Servidora es más de Cariñena que de Ribera del Duero, pero, democráticamente, he llegado a beber hasta un borgoña con mayoría absoluta.) De vez en cuando, alguien viaja a la España profunda y retorna con un queso de cabráles, o longanizas de papel encerado y olor a matanza, o setas aún sucias, y se avisa a los colegas, para una hogaza de pan, y Jose Carlos amplía el horario de cierre de puertas adentro, y el tiempo se ralentiza del rojo de una copa, al rojo de un buen libro y la memoria.

              Había dejado, la última vez, actividades en torno a la preparación de una cata, y las conversaciones colgadas en el alero penal del PP de Navarra (Si haría tiempo)Me las he encontrado    todavía en los Tribunales, pero ya a niveles de Audiencia. Había tres escuelas de pensamiento:

1.- Quienes abogaban por sacar a Ruz a patadas de la carrera judicial.
2.- Quienes reclamaban el cese inmediato y a perpetuidad, de Torres Dulce
3.- Quienes clamaban por "el regreso" de Garzón, para hacer de Batman con Gómez
     Bermudez  en el papel de Robin.
         
          Personalmente, creo que deberían mandar a todos los vocales del CGPJ, a sus juzgados de instrucción de origen, y traer a la Audiencia a la Patrulla X, -aunque fuera contratada-, para higienizar. Pero, claro, servidora tampoco tenía la cabeza en las togas, sino en el pánico; todavía me repicaban con aterradora contundencia las declaraciones de Montoro - "España nunca va a gravar los depósitos de los ahorradores"-, exactamente la misma contundencia con que dijo aquello de "Nunca, nunca, subiremos el IRPF". Y no soy la única en no creermelo. Tampoco se lo creen los del Corralito Gallego Preferente, que empiezan a sacar a los mercaderes del Templo de la Democracia, y por las ventanas. De todas formas, yo que el personal de Ponteareas, tendría cuidado en controlar donde caen, porque lo malo de las defunciones politicas, es que el ciudadano termina pagando el sepelio como si fuera familiar cercano, y encima hereda las deudas. Ahí, la corriente de opinión de la Vinoteca, es unánime.

         

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