jueves, 7 de marzo de 2013

¡A su salud, comandante!

   
    No fue en la Almudena, ni en la embajada de Venezuela; el último chupito  a la salud de Chávez se lo bebió servidora ayer, a las 21 horas, en Sol, y por casualidad. Salía del metro pensando en cenas, menús dietéticos y otras vanalidades propias del horario, cuando una vaharada de ron puro y antígüo me vino a dar en la cara, aventado desde el entusiasmo con que flameaban los estandartes rojos del PCPE. Miré el centenar de personas reunidas en el centro de la plaza agitando banderitas bolivarianas, escuché un canto del pasado:

¡Alerta, alerta, alerta que camina: la lucha guerrillera por America Latina!

  Recordé a Ignacio Gallego, a los espíritus puros....y me sumé a la despedida. La verdad es que, a mi, Hugo Chavez me caía bién por dos razones:

1.- Su color, que le daba cierta autenticidad a la blancura tradicional del Palco de Caracas.

2.- Su afición a nacionalizar, esto es (con o sin corruptos por medio) devolver la propiedad de los medios de producción, al Estado. Y si Montoro tiene razón - que sería la primera vez - el Estado es Hacienda y Hacienda somos todos. También en Venezuela.

     Así pues canté, firmé y grité en su memoria... después, tenía que volver a casa,- a cumplir con las labores propias de mi sexo y condición- pero aún me giré un momento, junto al Oso, para despedirme del improvisado duelo. Solo puedo decir que, desde fuera la panorámica era otra: un grupo de turistas, subidos a la fuente, tomaba fotos de la concentración, y alguno hubo que, en su media lengua, pidió calendario semanal de manifestaciones, en una caseta de "Información" del Ayuntamieno. Por eso me quedé a tomar un roncito Cacique con dos damas, naturales de Maracaibo, que parecían plañideras de agitación y propaganda, porque lo lloraban de dentro afuera, con honradez.

       Llegué a casa hora y media tarde,- era dificil irse mientras hablabamos de El Salvador, de Correa, de la oligarquía reconvertida al narco, y de Venezuela comprando bonos argentinos cuando la devaluación de la Kischner -  llegué tarde, pero con la convicción de que, haya muerto en Cuba, en Washington o en Ottawa, el sargento Chávez pasará a la historia de América con los galones de los grandes comandantes: los que ya tienen Bolivar, el Ché, y esperan a Fidél.


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