jueves, 1 de agosto de 2013

Mariano quiere ser Don José

   






        Ya cuando Mariano anunció la Comparecencia, servidora sintió un aldabonazo cinematográfico y Don Pepe Isbert, alcalde de Villar del Río, me recorrió el espinazo: Iba a dar explicaciones porque la ciudadanía merece una explicación y, como presidente, una explicación iba a dar. Mosqueante. Casi tanto como escuchar a Herman Terchts comparando el desolador futuro de 47 millones de españoles, con el de "20, 30 o 40 cargos politicos del PP". Solo a Rosa Díez le salían preguntas hasta la "veinteava", y, al final, tenía razón Fina.

     La justificación, encima, me retrotrajo a un culebrón de Televisa. "Me he equivocado", y ya está. Por eso una se declara adepta a la novela mejicana frente a sucedáneos caribeños, por tres razones de autenticidad:

  1. En la respuesta azteca todos, buenos y malos, tiran de gatillo con facilidad, por desahogarse.
  2. Saltan de la puta a la monja sin fisuras, con una alegría moralizante propia de Esopo.
  3. Cada veinte episodios, dedican uno a publi reportaje turístico (otra forma, sin más, de servicio público)   
       Bueno, pues en la telenovela también se equivocaban, pero los guionistas tomaban medidas honestas. Y en lo de esta mañana, en un Senado que sonaba a culebrón, ni había desahogo, ni moral, ni servicio público. Y Fina tenía razón. Y eso, duele.
Puede que solo sea escozor porque el aprecio a lo mejicano me llegue de reminiscencia republicana, no quiero ni pensar que el espectáculo me haya traído al subconsciente la democracia de Quetzacoatl.

      Hoy, creo, que me voy a acostar temprano.

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