Antes Albatros que Gaviota

   

         Intento aprender a navegar. Todavía no tengo muy claro si por querencia congénita a la marinería, llamada literaria de adolescencia corsaria, o instinto de supervivencia social (si se carece de carnet de conducir, por lo menos un PENB); pero lo que sea me lleva al puerto cada tarde - a un café y un cigarrillo en la escalona de pescadores - para ver los palos alineados junto al pantalán, y el atraque de los barcos. Hay mucho deportivo y, debidamente aislados del Club Naútico por una hilera de boyas, tres pesqueros de faena. Mi barco académico navega con grumete becario (servidora), marinero de primera (un chaval, torero, que ya ha orzado) y patrón (mucha barba, poca sonrisa y cincuenta años de olas a la espalda).

      Lo considero un regalo que me llegó de improviso, cuando aún era sueño, y debo reconocer que me ha creado ciertas contradicciones de alma:

1. ¿Donde se encuentran, exactamente, los límites entre la realidad y la auto indulgencia?
2. ¿Ha de existir una correa de transmisión impecable entre ideología y Cuenta Corriente?
3. ¿Cómo puedo no estar creando empleo  

       Eso,por ir enumerando algunas. Luego, están las reacciones de cuerpo y, hasta donde me alcanza la memoria, suelen terminar trufando cualquier razonamiento (O las cosas que le pide el cuerpo, a servidora, llevan quilla vikinga). De todas maneras, en el agua se puede ser albatros o ir de gaviota, y cuando veo atracar "de oreja" a 13TV sobre los sindicatos, miro hacia la salida del puerto, a mar abierto, y me acuerdo de "La canción del pirata":

"Allá muevan feroz guerra

ciegos reyes

por un palmo más de tierra,

que yo tengo aquí, por mío,

cuanto abarca el mar bravío

a quien nadie impuso leyes."

       Podría tratarlo como cursilada, pero prefiero ver una cuarteta futurista de Espronceda, a lo Nostradamus, frente al otoño. Y, en cuanto a las leyes...resulta obvio que el poeta desconocía el Reglamento Internacional de Abordajes.