sábado, 24 de agosto de 2013

Entre Gloria e Inconsciencia

   



   Ayer tuve mi primera clase práctica de navegación, y aún no me he recuperado del sentimiento. Deslizaba los dedos sobre una superficie redonda y metálica, como el mundo, con la mente hipnotizada por la proa y la ilusión de estar cayendo a babor o estribor según giraba. Supongo que, de alguna manera, el patrón controlaba los mandos, como en un coche de autoescuela, pero daba igual porque, aquello, trascendía la mera sensación; incluso la utopía de una victoria electoral absoluta, a lo Marinaleda, en la República de España, palidecía un poco. Fue lo que Guillermo Brown hubiera considerado un momento de gloria. Luego hubo que bajarse del barco de la Escuela y, como Proscrito de anochecida, volver al redíl social.
       Con este, la Ría ya me ha hecho dos regalos, y ambos cortados por el mismo patrón de sal. El primero, unos días antes, surgió de las profundidades de una cocina, en Redes, con mandil de solera incuestionable, una bandeja de pescados crudos, como dios los trajo al mundo, y un discurso radical de latitud marinera al Gran Sol, y longitud íra reprimida. Sin alzar el tono, a nueve nudos de voz, la deriva ideológica a babor, y mas razón que un santo, repasó al PSOE, el PP, la UE, la Banca Internacional y los Llanitos. Se lo podía permitir porque, a su edad, con los hijos trabajando y la pensión libre de preferentes, como a Joaquín Carbonell, "nadie le iba a decir que era pavo real, si le veía plumas de pato". Al marchar, le estreché la mano, (que me recordó a la piedra pómez) con humildad; prometiendole mentalmente volver. Y lo haré antes de Septiembre.
       Tengo miedo a Madrid, y lo digo sin embages; temo a la ciudad opaca que me recibirá, me da terror no encontrar lo que deje esperando, o encontrarlo igual, pero mas inalcanzable. De hecho, sino fuera por el chato de vino, los politicos y su Aliño diario, quizá pillara ola hasta el otro lado del mar, pero, entonces, pienso, tampoco estaré cerca cuando los americanos revienten los restos de Siria (con incalculables consecuencias en Europa), cuando los israelíes se quiten el careto de mártires perseguidos en el Líbano (con incalculables consecuencias en Oriente Médio), cuando los egipcios consigan recuperar la senda de Atón (con incalculables consecuencias para su sector turístico), cuando todos los espías del mundo se encuentren en una habitación cerrada, a oscuras y jugando a la gallinita ciega......¿He escrito tres veces "incalculables consecuencias"? . Parece obvio que el miedo, a la par que libre, es hijo del inconsciente triunfante.

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