martes, 27 de agosto de 2013

La novia perfecta

 






       Una prueba palpable y palmaria de la distancia abismal que média entre los españoles y su casta de Señorías, se me ofreció el sábado noche: Mi hermano y yo nos colamos en una boda y, no solamente no nos echaron a patadas, sino que, además, nos invitaron a una copa y nos dedicaron la canción de Mecano. Bien es cierto que nos habiamos saltado la ceremónia, el banquete y las fotos, y que, en realidad, llegamos atraídos por la salsa cubana del Bitákora (un local pequeñito pero muy elegante, a pié de arena, que, además, tiene frutales), pero la nóvia, aun sabiendo perfectamente que no pertenecíamos ni a su tribu ni a la del flamante, nos sonrió desde lo mas profundo de su vestido blanco, y nos hizo hueco en el corro de bailarines.

       Tiemblo al pensar  lo que me hubiera pasado si, atraída por el aroma del salmón noruego, me hubiera colado en un congreso de politicos.  Tal sentimiento me refuerza un deseo africano de que les salga bién (Y digo africano porque se trata de un deseo intenso, casi brutal), un deseo contrario a la razón y los mil imponderables que "componen la herencia de la carne". Esa dulce chica a la que, me imagino, veré pasear su embarazo dentro de seis meses,(fruto de una tradición matriarcal y milenaria), se merece ser felíz y una medalla al mérito, porque casarse en el nido de la gaviota sale por un pico, no tiene garantías y, últimamente, ni desgrava. Una autentica emprendedora a la que, sin ánimo de parecer petulante, me gustaría regalar una frase:
"Cuando te sientas hundida en el fango, querida, echa un vistazo hacia arriba que el espectáculo no consuela pero reconforta"

        Hoy, además, me he liberado del miedo al viento pero, claro, sobre un velero los aires son amigachos de alegría, y, sobre una bici, una moto o un coche, se convierten en "fenómeno meteorológico" de Fuerza 5, y los profetas del ramo, les ponen nombre de puta famosilla. En medio de la Ría, con la cubierta rozando sus espumas y todo el trapo abrazandolo, el viento nace de amigo ( yo "aún diría más", como Hernandez, de colega) para hermanar a un picoleto, una depositaria de la cultura gastronómica gallega, un espadachín, una burguesita radicalizada, y un post adolescente impío (al borde de la redención vía compromiso social), sobre la fragilidad de corcho de un barco. Como todo, en este verano, rezumaba emocion. Y no tengo idea de si lo mío canta al alivio por haber conseguido huir de la penumbra (de momento), o barrunto un definitivo cambio de Era. Por si acaso, ¡Bienvenido seas, Acuario!

       

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