martes, 24 de septiembre de 2013

Valor, se le supone

   



        Ha sido abarloarse el verano con las primeras lluvias, desaparecer la fauna del bikini y la pradera multicolor de toallas, para que el aula de marinería se llenara con tipos oceánicos, auténticos, ceñudos, conocedores del viento y los peces que, también, aspiran a patronear su propio barco. Y servidora (se veía venir) lucha, armada de cartabón, escuadra y compás, contra las inclemencias de la Carta Nautica, en la certeza de que nunca, nunca, podré entender las curiosas mutaciones del grado a minuto, del minuto a segundo, y del segundo a punto exacto de ola en el estrecho de Gibraltar. Al problema insoluble de mi capacidad matemática (nula de pleno derecho) se suma, ultimamente, la sensación de haber entrado en un curso para mayores de veinticinco años donde ocupo pupitre de torpe. Ni siquiera sé limpiar un pescado, mucho menos atraparlo y la condición de pária académica planea sobre mi sombra como una gaviota con mala leche.
       Hay muchos motivos, y no solo de aprendizaje, para la preocupación. Sobre la marcha se me repuntan cuatro por urgencia, a saber:

  • Merckel sentada al borde de la mayoria absoluta y con los pies colgando sobre los pobres griegos
  • UGT cobrando en cash, al estilo Bárcenas pero sin sobres
  • El pago a Holanda, por aguas mayores y hasta menores, cortesía de la Comunidad de Madrid.
  • El esfuerzo ahorrador de la casta política (20 céntimos por cada 100 euros de soldada) que, seguro, nos costará un congo al resto.

       Hugo, filósofo uruguayo metido a barman de cabecera por culpa de la globalización, intenta consolarme con sus propias inquietudes: es católico de buena fé y él sí ha comprendido los titulares de Francisco. De ahí que, con la memoria puesta en Juan Pablo I, tema por la vida del Pontífice, mientras la COPE le ha cogido miedo a que Su Santidad abra la boca en público o, lo que es peor, ante algún gusano goebbelsiano. De todas formas, quien mas quien menos, todos somos un pelín límites: a servidora, sin ir más lejos y simbólicamente, le acaban de vender medio kilo de sardinas a precio de  merluza fresca porque, como vengo de las tierras de Ignacio González (antes Marquesado de Éspe y Ruiz - Delageta) el personal me concede cuarto y mitad de estupidéz necesaria. Todo un consuelo. Estoy deseando ver en que consiste eso de los "Tiros democráticos" de que habla Cayo Lara. Igual, me apunto.

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