sábado, 5 de octubre de 2013

Terrorismo de vanguardia









       Hay cosas que una, en su ignorancia o estupidez, no acaba de entender. Por ejemplo, lo de la ramificación europeista de los Mateo Morral.
  1. porque aquí ya existe bastante anticlericalismo autóctono como para ir a aprender fuera,
  2. porque, por mucho que intente imaginarlo, una bombona de butano atada a un cable no parece terrorismo de tecnología punta (del que enseñan en Libia, Sudán, Quantico u otros paraisos) y queda muy alejado de los misiles tierra-tierra que gasta Al Quaeda.
       Otro ejemplo sería, dentro de la revolución semántica que ha traido esta legislatura, lo de la "pequeña aportación" por medicamento.
  1. porque en el resto del mundo mundial al asunto se lo conoce como "Copago",
  2. porque desde que Mato le pilló el Porsche al marido en el garaje familiar, ha quedado tan  descubierta su condición Scarlett - y no hablo de la Scarlett que se llevó el viento sino de la Scarlett  Billy Wilder que casi vuelve loco a James Cagney - que nadie entiende porque tiene salario de ministro semejante compendio de frivolidad.
       Y luego están las cosas serias: los muertos hundidos en el Mar de los Sargazos de Lampedussa, la tocata y fuga legal de los Malayos, la diarrea mental de Montoro (que baila rockabillies con sus propias cifras), o el misterio de dónde duerme (si duerme) la mente preclara que levantó un almacén de gas submarino al ladito de una falla geológica. Visto lo visto, a servidora ya no le impresionan ni las fórmulas de situación en el Estrecho, ni las vergüenzas políticas nacionales; las primeras porque, aparentemente, pueden memorizarse. Las segundas porque, a estas alturas, se me repiten más que el ali-oli. Lejos de Moñitos, solo encuentro soláz y diversión en alguna de las tallas del totem; ultimamente en la pasarela Sokoa que se ha montado la 13, y por donde ya han desfilado: Amedo vestido de cultura editorial y Corcuera en traje de militante sin partido. A nadita que sean un poco coherentes, el próximo va a ser Otegui, con traje de consejero.

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