domingo, 13 de octubre de 2013

Divino Tesoro









       En la "Gran Beatificación", banderas aparte, coincidieron todos los que son (incluído Más) y se convirtieron - si hiciera falta - todos los que fueron. Curiosamente, solo le faltaron muertos al Vaticano con Francisco como gerente in pectore del macro espectáculo. Pero lo importante, como siempre, navega cuatro paraísos por debajo del show bussines, y, hoy por hoy, recala en una Marea Roja perversa, de moleculas y ecología maltratada, como un Jinete del Apocalipsis que paraliza bateas y esperanzas. Con el mejillón a precio de familias enteras y la inquietud colandose entre la bruma, servidora intenta refugio en banda sonora para la memoria:
     
       A falta de hijas que disfrutar, busco chavaleria que contemplar y nunca me defraudan;

  •  en Pamplona se arraciman alrededor de un colega para evitarle la ira paterna
  • ; en Marruecos se besan colectivamente;
  •  en Ferraz , donde cada vez que abren el kindergarden se llevan un disgusto, una niña manchega les recuerda a Patxi y Rubalcaba, la senilidad del alzheimer socialista
  • , en Sitges, un crío de Madrid saca los colores a la industria cinematográfica,
  •  y un equipo entero de graffiteros le ponen iluminación y colorines al mausoleo de Gallardón...


      Aquí, junto a la mar, tiran más de pentagrama. Será efecto de la cadencia de las olas, pero gracias al Bitakora  he podido testar los niveles de musicalidad que calzan los jovenes en la Ría, y debo reconocer que no solo progresan adecuadamente (a pesar del ministerio del ramo) sino que avanzan más que notablemente, de premio extraordinario. Lo último, viernes noche, una voz a mitad de camino entre Carole King y la Cristina de Dover, con desgarrones puntuales a lo Janis Joplin. Espectacular. Me doy cuenta de que miro a mi generación como perdida...mas bien resignada. Nos hemos ensanchado de cadera, o, como Homer, hemos empleado miles de horas en adaptar el almohadón al trasero, y girar la postura nos cuesta más que mudar el domicilio fiscal, asi que, de cambiar el almohadón, ni hablamos.

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