miércoles, 9 de enero de 2013

Doctor House a lo Home

Por fin he recogido la última figurita, y ha sido como fichar la salida de una cadena de montaje donde realizara un becariato: jornadas laborales de 15 horas, profusión de órdenes a gritos y sin remuneración. Con el café mediado y el cigarrillo a punto, mis músculos se encontraban tan relajados que mis neuronas han tomado el control para evitar un coma, y he tenido una visión:

España, como un anciano cíclope aturdido, se despereza tras los Reyes Magos. La cabeza, en plena resaca, intenta recuperarse de la borrachera de adulación que le sirvió un barman, llamado Hermida, a costa del erario público. Al tronco le aparecen cada día pústulas nuevas de sangre sucia, y las extremidades no se hayan operativas gracias a la cirugía salvaje de Gallardón: a las manos les falta el dedo prensil, y los pies están amputados hasta la rodilla. No sé si la pinta me recuerda a una víctima de la Peste Negra del siglo XIV, o a una recreación hiper desarrollada del Retrato de Dorian Grey, pero el cuerpo social anda muy malito y, después del Doctor House nos espera el Doctor Frankestein (con elecciones al final del para rayos).

Yo creo que este años ni las rebajas nos van a borrar la queja, y por eso intentan reconducirnos a la, mucho menos dolorosa, ludopatía. O a la neurosis. ¿Soy la única que ha observado los pre casinos que se extienden cada dos canales por la televisión privada? Hay de todo: bingo para jubilados insomnes con pensión y sin familia; ruleta para desempleados con ahorrillos y esperanza, y máquina tragaperras para parados de hornada. Entre eso y las cien mil apuestas legales del estado, los que consigan superar el vicio tienen un futuro asegurado en Eurovegas, sino como clientes de salón, sí como crupieres de mesa. Edificante.

Ya solo falta que González cumpla con Aguirre-Newman; que se retoque la Ley del Tabaco, y que se pongan de acuerdo los constructores, en la ubicación de la ciudadela adosada al casino.

Me da la impresión de que, aunque nos haya despertado el zumbido blanco contra la privatización de ambulatorios, vamos a tardar un par de años – por lo menos – en recuperarnos de estas fiestas. Espero que, para entonces, no hayamos adquirido andares a lo Walking Dead.



 

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