martes, 30 de octubre de 2012

Pavlov

Foto: Carlos Muñiz Cueto

Hace unos años, cuando andábamos a vueltas con el genoma, los científicos descubrieron horrorizados que apenas 13 genes nos separan de las ratas (eso en un plano biológico, porque en lo ético da miedo mirar).Y, como incluso dentro del mundo de las ratas, existen clases, he podido constatar en que rango nos coloca Repsol Butano. De su poderosa y monopolística mano he recorrido una especie de laberinto de Pavlov telefónico que, teóricamente, debía llevarme a la queja y, sin embargo me ha depositado limpiamente en la calle. El proceso es el siguiente:
  1. Llamada al servicio de pedidos de bombonas (902).
  2. Un contestador identifica el número de teléfono del usuario, su dirección, y último pedido, salpimentando el interrogatorio virtual, de espacios en blanco para que puedas confirmar los datos.
  3. Pero, una vez concluido el procedimiento peticionario, la maquinita pregunta “¿Desea añadir algo?”. Y ahí empieza el despropósito.

Servidora solo intentaba avisar de un día concreto de recogida. El androide en off me comunicó que no habían podido recoger ni mi voz, ni mi tono, ni mis palabras, que lo intentara de nuevo. Lo hice. Repetí el mensaje espaciando los sonidos, como si hablara con un sordomudo en primero de comunicación. Pero tampoco lo entendían. Eso sí, muy educadamente, me agradecieron la llamada en virtual, y me colgaron en real. Preocupada como estaba por si mis bombonas llegaban demasiado tarde para el Sandy, volví a intentarlo saltándome el paso de hacer un pedido. Esta vez ni siquiera me despidieron, del vacío sonoro salté al colgado telefónico. No hubo manera, lo hiciera como lo hiciera, mi mensaje terminaba sentado ante la puerta trasera de Repsol.

Menos mal que, con su habitual diligencia, la compañía solo ha tardado una semana en servirme. Estaba en casa y el huracán ya había pasado. Sobreviviremos.

1 comentario:

  1. Me alegra mucho este blog. Al fin hay reflejos condicionados que merecen la pena. Y es que los vientos soplan que es una barbaridad.

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