jueves, 25 de octubre de 2012

El Cifu, el jazz y las hormonas

El Cifu ha empezado su programa con una balada maravillosa que me ha pillado desnuda, de cuerpo, en una toalla, y de alma, con la mirada baja de la medianoche insinuándose para un buceo introspectivo... ¡Dios mío, cómo puede poner de metafísico el sonido de una trompeta! El caso es que el hilo brillante de sonido ha encontrado una antigua senda de mi memoria, y me he vuelto a tropezar con lo que hace treinta años fue un universo. Mi universo.

A veces creo que los recuerdos son como las ruinas mayas. Los encuentras de golpe en medio de la jungla de la memoria y pueden ser desde magníficos templos - casi siempre levantados en honor de una persona o lugar concretos - hasta viejos túmulos de piedra donde ocultamos situaciones bochornosas o especialmente sórdidas de la vida de una. Bien, pues gracias al Cifu, uno de esos templos ha resurgido en mi mente con una fastuosidad preocupante.

Realicé una ofrenda de nostalgias e hipótesis, y me alejé silenciosamente, sin dejar de mirar la arquitectura de mis sueños, hasta volver a entrecerrar la jungla. En ese momento, la trompeta emitió un gemido largo y último… Espero que todo el asunto sea solo un problema de hormonas.

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