domingo, 10 de agosto de 2014

Teoría de Cuerdas


   



   Hoy la Ría le hacía muñeiras al Santo, el langostino y la feria; lástima que San Roque, renuente, se haya pasado el día llorando sobre la playa. Tanta lágrima me lleva, como a todos, frente al tótem, justo a tiempo para enterarme de que:

       a) Obama se va de vacaciones dejando tareas de verano al Pentágono.
       b) En Gaza el parón diplomático se mitiga a base de cohete y cha -cha-cha sangriento (aunque servidora nunca ha entendido como dejan entrar a menores en la Discoteca de Oriente Medio, y por qué siempre les toca, a los palestinos, bailar con la prima fea de Occidente)
       c) En una nueva vuelta de tuerca cultural, el academicismo se ha colado en el universo Au pair; lo llaman "turismo idiomático"
       d) Y, por último, sobreviven 370 millones de indígenas a merced de cooperantes, antropólogos y tecnología punta.

       Gracias a San Roque, su llanto y tres horas de mi tiempo, he llegado a una conclusión que pienso legar a mis niñas: aparentemente, el carácter balsámico del tótem estriba en dos virtudes:

  1.  Alivia tensiones con una realidad paralela extrema (ya me gustaría que mi Comunidad de      Vecinos fuera como la televisiva)
  2.  Suaviza el drama personal con la promesa de una retribución hipotética tan imaginativa como improbable en la dimensión INEM
       Al final, aburrida, me voy a la cama con una duda, pura metafísica en mundo moderno:

Esta afición a trivializar usos, costumbres y principios, ¿No estará calculada para diluir un poco el barrizal ideológico/informativo, con que se adoban las cadenas?. Quiero pensar que, a lo mejor, intentan enseñar física cuántica a la ciudadanía.

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