Buscando en la tele algo
que ver sin el marchamo de la legislación norteamericana, recalo en
Tele 5 y allí, como la mujer de Lot, quedo convertida en estatua de
sal. Sin movimiento, paralizada por el espanto y el moho: el espanto
que me asalta cuando ¡vuelvo a ver a Jorge Javier Vázquez en pantalla
y a las 23:30 de la noche! (¿pero este chico no tiene casa?). El moho
que transpiraban todos y cada uno de los pixeles de la imagen: ahí
estaban Jesús Puente, la Gemio, el entrañable lagrimeo nacional… Todo
igualito, igualito a como lo recuerdo de hace veinte años. Es más, con otra iluminación y menos pinganillo, yo juraría que
el plató es el mismo.
Pero lo que más me llama la atención es la versatilidad de la audiencia de Tele 5, - intuyo la misma a las cinco que a las once-, capaz de pasar del despelleje y la humillación públicas (al más puro estilo Imperium) a la solidaridad y la piedad (al mas puro estilo jesuita), sin cambiar de guía espiritual. Porque no quiero pensar en la premeditación de programar dramas para aliviar crisis, - que eso está muy feo-, pero delante de mis narices (y supongo que del resto del share) le han dado boleto sentimental a un pobre suplicante, han contado la historia real de una chica que hace cuarenta años se llamaba Lucecita, y se han montado un reencuentro que ríete de la llegada del Semiramis.
Pero lo que más me llama la atención es la versatilidad de la audiencia de Tele 5, - intuyo la misma a las cinco que a las once-, capaz de pasar del despelleje y la humillación públicas (al más puro estilo Imperium) a la solidaridad y la piedad (al mas puro estilo jesuita), sin cambiar de guía espiritual. Porque no quiero pensar en la premeditación de programar dramas para aliviar crisis, - que eso está muy feo-, pero delante de mis narices (y supongo que del resto del share) le han dado boleto sentimental a un pobre suplicante, han contado la historia real de una chica que hace cuarenta años se llamaba Lucecita, y se han montado un reencuentro que ríete de la llegada del Semiramis.
Cuando, casi una hora después conseguí despegarme del canal, dos sentencias se habían grabado en mi alma de piedra con cincel y escoplo:
- Si la España social está asi de borde ante las cámaras (una señora mandaba a regar a la hipotética hija de su hijo ya muerto), excuso imaginarme como deben estar de puertas para dentro.
- Jorge Javier Vázquez no es un señor de carne y hueso, sino una marca holográfica que no tienen que guardar en el armario.
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