En el día de hoy, cautiva y desarmada la rata que vive en la sentina, he recuperado, aparentemente, el dominio de las fronteras de mi diario. Ha sido una guerra sucia, plagada de sonrisas hasta arriba de colmillos, y gestos con la hiel dorada; un campo de batalla subcutaneo (por lo que pudiera haber de factor humano) y subterráneo (por lo que ha tenido de puramente pedestre), en el que servidora se ha visto, cara a cara, con seres que darían repelús al mismo Damien: desde miñocas grises politicamente correctas en la manipulación de arena, hasta garrapatas de auge social, pasando por la sanguijuela del barro, - forma de babosa, color de brea y hedor de multicopista -.
De las últimas semanas, sin embargo, aún he podido extraer dos conclusiones que, debidamente archivadas, seran muy útiles en algun momento:
- El cartón en cualquiera de sus versiones (la de beber, la de dormir, o la de envolver) siempre termina sacando la miseria que nos vive dentro.
- En el subsuelo de la RED anidan ratas del tamaño de liebres y gusanos como culebras.
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