Foto: Nemo |
El caso es que, antes, las broncas se celebraban en la esquina norte de la plaza, al amparo de una encina (en la actualidad defenestrada; descanse en paz) y siguiendo escrupulosamente las reglas del Marqués. Pero, claro, ese rincón sin urbanizar de cafelitos, estropeaba el paisaje - solo para turistas-, de la municipalidad, y los beneficios, muy pingues, de la dueña de “Con Hache”, un chiringuito/restaurante que, como la marabunta, avanza a razón de cinco mesas por temporada sin atender a la supervivencia del resto de las especies. Así, una vez alicatada la plaza, han quedado al descubierto vergüenzas íntimas del barrio, como el número exacto de mendigos, la soledad, al peso, de los ancianos, o el desconcierto tumultuario de los chavales que, sin jardines para jugar al fútbol y superado el botellón, se dedican a la sentada de fin de semana.
Salen a la luz trapos sucios inimaginables como el bochornoso espectáculo de un coche policial, con el taxímetro en marcha, estacionado en medio de la acera y sin pedir documentación a los reponedores chinos de la cerveza de medianoche. O los Señores de las Terraza que, como los Señores de la Guerra afganos, arramplan con las bolsitas “recoge cacas” de toda la comunidad y, si todavía quedan perros osados, los envenenan. O el trapicheo de locales (hasta hace dos días, mercerías) mutados de comercio familiar a negocio multinacional y alcohólico. O la oleada de ITVs que desalojó un edificio entero (previo incendio intencionado) para revender el vacío a multinacionales del alimentaje. O la erupción simultánea de kioscos a la italiana, que tienen nombre de opereta pero podrían considerarse NewPol aunque vendan porciones de pizza. O... Se me ocurren cien ejemplos más, uno por cada insulto a nuestra inteligencia ciudadana.
El misil tierra-tierra pasó rozando el hocico de Manolo y se estrelló contra la fachada de la pescadería. Nadie se inmutó y, lo más triste, los turistas casi se levantan para aplaudir el espectáculo.
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