Foto: Guilherme M |
Menos mal que, como natural
de aquí, carezco de susceptibilidad y memoria, y observo a los médicos
convencida de que su abandono de pancarta tiene más de protección
al enfermo público inmediato que de protección al bolsillo privado
futuro. Jamás se me ocurriría pensar que Capio les haya garantizado
emolumentos (incluidas subidas del IPC) a través de las diversas Fundaciones
que controla el Partido, como no se me ocurriría vincular el fin de
la huelga a la aprobación del “euro por receta”. Hay que tener
mala fe y ser malpensado para acabar en semejantes zurraspas mentales.
Además, está la floración repentina y masiva de todo tipo de apariciones televisadas desde el poder:
- Un rey, más campechano que monárquico, se sienta al borde de la mesa con las manos colgando en solidaridad con los parados.
- El presidente del gobierno, trajeado de azul europa, repite a cara descubierta el “Arriba las manos” que sus ministros llevan pregonando desde el inicio de la demolición.
- Otra vez el rey, pero de ciudadano y con Hermida al fondo.
- Anasagasti, rey en sí mismo, de tertuliano en la Sexta.
Y los Consejeros de la
Comunidad de Madrid paseándose en loor de verborrea por Intereconomía
y el canal de la Iglesia (el cortijo privado sigue en negro por triquinosis
audiovisual). En el resto de las Comunidades,
hasta los gatos quieren zapatos. Todos los presidentes, a excepción
del asturiano, se han colgado una banderita a la espalda para chupar
cámara.
Una exhibición así, tan
televisada, me induce a pensar que nos quieren alegrar la austeridad
navideña con su preocupación personal. Pero es que soy española.
Si fuera de cualquier país al norte de los Apeninos pensaría que
se les viene encima un oleaje inapelable de corrupción constatada,
y cada uno de ellos intenta salvar el condumio, surfear sobre el tornado
y que no les pille el radicalismo de las próximas urnas. Lo que viene
siendo el “nadar y guardar la ropa” de toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario